martes, 8 de noviembre de 2016

Capítulo 8. Feliz cumpleaños, idiota (2)

Idiota


Capítulo 8.

Feliz cumpleaños, idiota (2)



[Ashton]

No sé por qué accedí a venir con Mike a comer, mejor dicho por qué le pedí que me trajera a comer cuando mi plan de hace días era alejarme de él lo más que pudiera.
No es correcto esto que estoy sintiendo por él. Es decir, el chico es atractivo pero… ¿también le gustaran los chicos?, ¿le gustaré yo?
Sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos perturbadores de mi mente.
Su sola presencia me confunde. Me hace sentir “raro” y no me puedo quitar de la mente que me vuelva a sujetar del brazo como lo hizo cuando nos sacó de la cafetería.
Es mejor cortar esto de una vez.
-¿Falta mucho? – pregunté, siento que llevamos años caminando y no estoy seguro que haya establecimientos de comida por aquí. Espero que no nos lleve a un lugar demasiado elegante… no traigo suficiente dinero.
Genial, ha ignorado mi pregunta. En serio, ¿justo este día se tenía que comportar más extraño de lo normal?
Caminábamos por una solitaria calle y tengo la sensación que no vamos por el camino correcto,
-Clifford, más te vale que no me estés llevando a un callejón sin salida y luego me abandones como un cachorrito inocente.
Soltó una carcajada.
Genial, Ashton, genial. Tenías que elegir el día de tu cumpleaños para salir con tu raro compañero de habitación.
-Ya casi llegamos, deja que cacarear.
-No soy gallina… - fruncí el ceño, cruzándome los brazos.
-Cierto… eres un… estúpido – sonrió de lado.
Sí, eso soy para él.
Un estúpido, descerebrado, idiota, anormal. Jamás me verá como otra cosa.
Y eso está bien porque él no me puede gustar. Está mal que me guste. ¿Por qué me gustaría Michael cuando hace menos de un mes amaba a Melisa? No es posible enamorarme de otra persona de la noche a la mañana y menos si es del mismo sexo… ¿cierto?
Aún así…
-En verdad, crees que soy… ¿todo eso?
Me mira de una manera que me causa escalofríos… tiene esa misma mirada cuando me ayudó a estudiar algebra y cuando le mostré mi majestuosa A del examen. Cuando… me dijo el “Te odio, idiota”.
-Si – responde.
¿Por qué?, ¿Por qué le pregunté algo de lo que yo ya sabía la respuesta?
Me siento estúpido. Vaya, él tiene razón al llamarme de esa manera.
-No, en realidad no – se retracta, seguramente lo ha dicho para que no me sienta mal. Demasiado tarde - ¿Te molesta que te llame de esas maneras?
Me encogí de hombros. ¿Por qué me molestaría que me llame de las maneras que en realidad soy?
-¿Es por el juego de la semana pasada?
Se refiere a cuando me estuvo diciendo las nuevas formas de dirigirme hacia mí.
-No, en realidad eso fue divertido – y lo fue – Lo fue hasta que…
Me mordí el labio inferior.
Me dijiste: “Te odio, idiota”.
Todo iba bien, pero exactamente eso me asustó. No podía ser normal que me sintiera bien a su lado, que tuviera ganas de abrazarlo, que me sonriera, me mirara de esa manera, que me dijera esas palabras…
-¿Hasta qué?
Su gesto fue adorable y yo… yo me siento confundido cada vez más.
-Nada, olvídalo – sacudí la cabeza. Es mejor olvidar estas cosas – Mis tripas gruñen, sabes…
Continuamos caminando en silencio. Mis manos en los bolsillos.
Este cumpleaños apesta.
No esta Luke, teníamos un plan. Festejaríamos a lo grande… o eso eran los planes. Y ahora estoy aquí, caminando con Mike a mi lado mientras en mi cerebro se hace un batido de pensamientos impuros y mi corazón se empeña en confundirme cada vez más…
-¡Hemos llegado! – salta Mike y yo… yo no sé qué decir.
-¡Es una broma, cierto! – reclamo.
Maldición.
¿Cómo demonios pagaré tal cosa?
-¿Qué? – preguntó como si nada.
-Yo no entraré aquí – gruñí, cruzándome de brazos – ¡Ni siquiera es un local de comida!
-Tú aceptaste venir a donde yo quería.
-¡Y creí que iríamos a un McDonald’s, KFC o a una cafetería local no Disneylandia!
-No es Disneylandia – frunció el ceño.
-Como si lo fuera – gruñí.
¡Es un maldito parque de diversiones!
-Adentro hay locales de comida – soltó con media sonrisa.
-¡Ni siquiera me alcanza pagar medio boleto, ni hablar de la comida!
-Andas muy gruñón hoy – hizo un mohín con la nariz.
Rodé los ojos.
-Sé cómo entrar, vamos – me tomó del brazo y todo mi enojo se esfumó por completo.
-¿Qué demonios haces? – Interrogo después de varios minutos cuando lo veo examinando la gran reja de aluminio - ¿Acaso piensas saltarte la reja y no pagar la entrada?
-Corrección, saltaremos – sonrió de manera macabra.
-Mike, serás mi perdición – susurro asustado.
-No seas… tú– dice entre risas. Alzo una ceja, no me ha llamado descerebrado, fenómeno ni ningún otro apelativo – Vamos, entremos por aquí.
-Mejor no… - niego rápidamente con la cabeza, él rueda los ojos.
-No pasará nada, lo prometo – me extiende la mano.
¡Demonios, me arrepentiré de esto!
En menos de cinco minutos ya estábamos dentro del parque.
-Esto está mal, Mike, ¿y si nos descubren?
-Lo harán si sigues comportándote como un animal – fruncí el ceño – subamos ahí – señaló hacia un juego de atracción. No se veía muy amigable que digamos. Eran toros mecánicos, en lugar de forma de toro, eran grandes tubos donde se podían montar más de dos personas. Eran tres largos tubos con dos metros de distancia del otro.
-No lo sé… y sí… - no me dio tiempo de responder, tomó de mi brazo y nos fuimos a formar en la fila – cómo demonios nos subiremos, no tenemos puls… - no terminé la oración, no sé de dónde demonios sacó las pulseras, esas que te ponen al momento de pagar la entrada y te da derecho a subir cuanto juegos quieras gratis - ¿Cómo…?
-Solo disfruta – me sonríe de lado.
Cuando llegó el momento de subirnos. Me abracé al gran tubo, solo así me mantendría en equilibrio. No podía simplemente quedarme sentado, si me caía al suelo acolchonado sería imposible ponerme nuevamente de pie y ni hablar de subirme al toro.
El juego comenzó y yo me tuve que sujetar como sanguijuela, el maldito juego se sacudía de izquierda a derecha y solo a lo lejos escuchaba la voz de Michael reírse de mí.
Genial.
No duré mucho, en menos de dos minutos ya estaba en el suelo, el cual también se movía. La diferencia de segundos atrás es que ahora reía. Podía ver, desde el suelo, como otras personas caían y trataban de levantarse fallando en el intento. Yo ni siquiera traté, la risa no me dejaba pensar con claridad.
Mantenía mis ojos cerrados mientras moría de la risa cuando sentí un gran bulto caer sobre mí.
-¿Te diviertes, fenómeno? – era difícil enfocar a Mike, el maldito suelo seguía moviéndose.
-¡Me aplastas! – solté entre risas hasta el momento en que el juego terminó.

-No estuvo tan mal, ¿cierto? – Mike jugueteó con ambas cejas.
-Todo me da vueltas – respondí, sujetándome la cabeza.
Teníamos alrededor de dos horas dentro del parque. Después de bajar del juego del toro, nos subimos a la Rueda de la fortuna*, los carros chocones, una mini montaña rusa (aunque de mini no tenía nada) y terminamos en el carrusel.
También entramos a una cabina de fotos. Tardamos más de quince minutos para las 8 fotos que nos tomaríamos. Después, decidimos sentarnos un rato para descansar.
Comía un enorme algodón de azúcar mientras Mike jugaba a los dardos con globos. Se acercó a mí con un enorme elefante de peluche.
-Para ti – alcé una ceja – No es mi culpa tener una excelente puntería. Además los peluches no van para mí.
-Y conmigo ¿sí?
-Sip, porque eres un fenómeno – sonríe de lado, ruedo los ojos.
Con mala gana acepto el elefante de peluche. Total, probablemente sea el único regalo de cumpleaños que tenga hoy.
-Un último juego – dice Mike, después de varios minutos.
-Sabes… aún mis tripas gruñen… y no creo que sea del hambre – musité.
-Tenemos que entrar ahí, vamos, ¿sí? – enserio, no sé por qué se molesta en suplicar si de todas formas haremos lo que él quiera. Ruedo los ojos.
Un juego más un juego menos.
No tengo ánimos de discutir con él, mis fuerzas se han ido. Todo sigue dando vueltas dentro y fuera de mí. Temo que en cualquier momento terminaré vomitando.
-¿Es una jodida broma, Mike? – reclamé en cuanto vi el maldito letrero “Castillo embrujado”.
-No te preocupes, zopenco. Yo te protegeré sin un monstruo te quiere asustar… o violar.
-¿Eh? – agrandé los ojos.
Mike comenzó a reírse. Me agrada su sonrisa. No se compara con la mía, la cual es horrenda.
-Es hora de entrar – me toma de la mano. Ignoro las mil sensaciones que esa acción provoca en mí mientras entramos a la macabra casa del terror. O castillo. Como se llame, total, estoy seguro que terminaré llorando del susto.
Mike camina a mi lado, aun sin soltarme de la mano, dentro todo es oscuro.
-¿Todo bien, analfabeto? – pregunta haciéndome sobresaltar.
-¡Mierda! ¡Me asustes, idiota! – grité.
Y él, él simplemente me mira de una extraña manera. Me suelta de la mano.
-Me llamaste “idiota” – su semblante es serio, tan serio que me asusta. Me muerdo el labio inferior.
-Lo siento – espero que no se enoje y se vaya dejándome abandonado aquí.
Sacude su cabeza y sonríe de lado.
-Olvídalo – se gira y seguimos avanzando. Alzo una ceja.
Eso fue extraño.
Lo que le siguió no fue tan relevante, es decir, di gritos de niñita asustada cada vez que una cabeza con forma de zombi, Chucky (ese de la película) o Frankenstein aparecía de pronto. Me escondí tras Michael cuando se nos pusieron enfrente sujetos disfrazados de vampiros, fantasmas, momias y esas cosas. Incluso en una ocasión terminé en sus brazos cuando di un brinco por el susto que me llevé cuando vi a un sujeto bañado de sangre y un cuchillo incrustado en su cabeza, por supuesto el instrumento era de utilería pero se vía tan real…
Salí corriendo.
-¡Ey, espera! – Escuché a Mike hablarme, pero no hice caso, corrí hasta detenerme en un puesto de algodón de azúcar - ¿Estás bien?
-¿Te parece que estoy bien? – grité, histérico, sentí algunas lágrimas resbalar por mis mejillas.
-Eso no era real, lo sabes ¿cierto? – su voz sonaba preocupada.
-Lo sé – respondí, irritado me sequé las lágrimas.
-Lo siento, no creí que… ¿seguro que te sientes bien? Estas temblando.
-Estoy bien so… - no terminé de responderle, me puso su chamarra de mezclilla sobre mí. Me sonrojé, o tal vez ya lo estaba por que no me siento nada bien.
-Regresemos al colegio, ¿Qué dices, tarado?
-Que…
¡Demonios!
Corrí.
Una sensación desagradable subía rápidamente por mi estómago. Entré al baño de prisa y sin piedad comencé a vomitar.



Nota:

La rueda de la fortuna también es conocida como: Una noria, vuelta al mundo, viaje a la luna, rueda moscovita, rueda de Chicago o rueda Ferris.



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