lunes, 7 de noviembre de 2016

Capítulo 7. Feliz cumpleaños, idiota

Idiota


Capítulo 7.

Feliz cumpleaños, idiota



[Michael]

En estos momentos estoy odiando al principito como no tienen idea. Tuvo la genial idea de largarse del instituto a dos días del cumpleaños de Ashton. Resulta que su abuela cumple no sé cuántos milenios de edad y él quiere estar ahí con ella porque tal vez ya no la podrá ver… y eso a mí me tiene sin cuidado, pero no soporto la idea que el fenómeno esté triste porque su, supuestamente, mejor amigo lo ha abandonado a vísperas de su cumpleaños. Tenían semanas planeando una salida y todo se ha ido al caño por culpa del muñequito de ojos azules.
Gruño a todo el que se me cruza por el camino, hasta podría apostar mi colección de CD’s que una chica de primer año se ha ido llorando porque literalmente le grité que no me importaba la hora que era cuándo me lo preguntó.
Todo el maldito día estuve de mal humor, por eso no me sorprende que haya terminado castigado al final de las clases.
Cansado, dolido y frustrado llegué a la habitación en donde el estúpido ya se encontraba, para mi sorpresa se veía mucho mejor que los últimos dos días.
-¿Castigado? – preguntó, me aventé en la cama.
-¿Tú que crees, tarado? – respondí, lo último que quería era ser borde con él. Lo cual sería estúpido porque su estado de ánimo era la causa por lo que yo me encontraba de esa manera.
-Mal día, supongo – musitó.
Y yo me siento el más idiota del mundo.
-Sí, mejor dormiré y despertaré hasta mañana. Ansío porque se acabe este maldito día.
-Son las seis de la tarde – señaló.
-Dormiré más – lo miré, jugueteando con mis cejas.
Él sonrió.
Me gusta su sonrisa. La amo.
-Oye, idiota – alzó una ceja – te odio, ¿lo sabías?
-Lo sé – Ashton rodó los ojos.
-No, en realidad no lo sabes… imbécil – murmuré, escondiendo mi sonrisa bajo la almohada.
[…]
Hoy es el cumpleaños del fenómeno. La noche anterior estuve planeando el mejor cumpleaños que podría tener. Ahora que el principito no estaba tenía que compensárselo de la mejor manera. Sus planes se habían ido por el inodoro pero eso no significaba que no se la podría pasar genial. El principito podría ser divertido, pero yo soy mejor. Modestia, aparte.
Mi plan entraría en marcha a la hora del almuerzo. Mi idiota suele venir aquí a la habitación antes de ir al comedor así que… solo es cuestión de esperar a que llegue y…
-Hola, imbécil – le apunté con la pistola y un chorro de agua se estrelló en su rostro.
-¿Pero qué…? ¡Basta! – su risa inundó la habitación, mientras trataba, inútilmente, detener el chorro de agua que aún seguía mojando su cara - ¡Alto…!
-Lo siento, no te escucho – seguí mojándolo.
El fenómeno salió de la habitación y yo lo perseguí, guiándolo –con los chorros de agua– hasta el comedor.
-¡Espera… espera…! – pedía entre sonrisas y éstas, eran la mejor melodía para mis oídos. Entre trompicones llegamos a nuestro destino. De pronto el torpe se detuvo frente a mí con una sonrisa de oreja a oreja.
-Me repugnas – solté, el agrandó los ojos, no le di tiempo a que pensara mucho mi frase así que disparé con la pistola.
El chorro de agua que iba destinado a su rostro fue directo al de la encargada del comedor.
-¡Pero qué…!
-¿Ups? – dijimos al unísono Ashton y yo, mientras reíamos.  
-¡Expulsados! – Gritó, salpicando un poco de saliva - ¡Por el resto del día!
-¡¿Qué?! – reclamó el fenómeno.
-¡Ya…! – dios, si esta mujer da miedo en su estado natural, ya se imaginaran cómo luce en estos momentos. Agarré del brazo al torpe y nos alejé rápidamente.
Corrimos, aun agarrándolo del brazo e ignorando las mil sensaciones que esa acción producía en mí, hasta llegar al patio delantero. Una vez ahí, lo solté. Él no paraba de reír. Adoro su sonrisa.
-Eso estuvo cerca – musité - ¿Viste la cara que tenía la doña?
-Parecía que se transformaría en algún demonio o algo así – soltó.
-Cierto – reconocí, con una sonrisa de lado.
-Me debes una comida.
-¿Qué?
-Nos ha expulsado del comedor y tengo hambre – se quejó y debo admitir que el puchero que acaba de hacer lo hace ver más…
-Bruto – solté. En realidad adorable.
El frunció el ceño.
-No te debo nada, si no te hubieras agachado no le hubiera dado con el chorro de agua – me crucé de brazos.
-Tengo hambre, Clifford- refunfuñó, fulminándome con la mirada.
-¿Y qué demonios quieres que haga? ¿Qué te lleve a comer?
Y entonces, su cara se iluminó cual ángel era.
-Lo siento, zopenco, no haré tal cosa – sus gestos fueron enigmas para mí, parecía confundido y anonadado a la vez.
-¿Vas a dejarme morir de hambre? Eres un sádico, Michael.
De acuerdo, creo que ya lo hice sufrir mucho, es hora de echar andar el paso dos de mi plan.
-Bien, pero lo hago solo para que no me encierren en la cárcel porque dejé sin comer a mi maldito compañero de habitación.
-Genial. Ahora llévame a comer.
-Iremos a donde yo quiera.
-Bien.
-Y tú pagarás… - solté.
-¡¿Qué?! – chilló.
Adoro sacarlo de sus casillas.
[…]

-¿Falta mucho? – preguntó media hora después.
Caminábamos por una solitaria calle, Ashton iba a mi lado, frunciendo cada vez más el ceño. No fue tan difícil salir del internado, cada vez es más fácil burlar al guardia.
-Clifford, más te vale que no me estés llevando a un callejón sin salida y luego me abandones como un cachorrito inocente.
Solté una carcajada. Solo a él se le ocurría decir esas cosas.
-Ya casi llegamos, deja que cacarear.
-No soy gallina…
-Cierto… eres un… estúpido – sonreí, mordiéndome el labio inferior.
Me estoy arrepintiendo de mi plan. No puedo seguir al lado de él sin soltar estas palabras que no sé si lo lastiman. Es decir, para mi tienen sentido y un significado muy distinto al que él cree.
Ashton se detiene por unos instantes.
-En verdad, crees que soy… ¿todo eso? – me lanza una mirada que no sé cómo interpretar. Me detengo, lo miró a los ojos.
Por supuesto que no, pienso que eres el chico más maravilloso del mundo entero. ¿Quién no podría amar a alguien tan condenadamente sexy, dulce, inocente, amoroso, lindo? Con esos rebeldes rizos, hermosos ojos, sonrisa ganadora de premios y apetecibles labios…
-Si – suelto, porque en mi ultra secreto código esas palabras significan eso.
Ashton parece meditar un poco lo que le he dicho, yo me siento un idiota, literal. Tal vez no era la respuesta que quería escuchar de mí. Menos hoy, que es su cumpleaños.
-No, en realidad no – digo después de varios minutos, medio sonriendo. Tal vez no note que le he mentido, medio mentido - ¿Te molesta que te llame de esas maneras?
Quizás sea esa la razón por la que los últimos días ha estado evitándome y yo cegado de los celos haya acusado injustamente al principito, que tal vez Ashton estaba triste por los “nuevos” apelativos que le había dado y no por la partida del muñequito de ojos azules días antes de su cumpleaños.
-¿Es por el juego de la semana pasada?
-No, en realidad eso fue divertido – medio sonrió – Lo fue hasta que…
Se mordió el labio inferior. Y yo me sentía morir… ¿acaso no terminaría la oración?
-¿Hasta qué?
-Nada, olvídalo – sacudió la cabeza – Mis tripas gruñen, sabes…
Rodé los ojos, continuamos caminando.



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