Idiota
Capítulo 6.
Jugando con Mike.
[Ashton]
Un mes.
Exactamente ha pasado un mes desde que mi relación de
un año, dos meses, cuatro días y escasas horas hayan terminado. Melisa me ha
botado. Dijo algo como “no eres tú, tampoco soy yo”, y ahí me perdí por qué no
supe de quién demonios fue el error. Estuve deprimido por dos semanas. Aunque no
llegué amar con locura a Melisa si fue parte importante de mi vida. Con ella
disfruté muchos momentos y algunos eventos fueron relevantes en mi vida. Y
aunque ahora nos vemos en el pasillo y nos hablemos como mejores amigos, aun me
sigue doliendo. Ella se ve tan tranquila, tan feliz… ¿acaso no fui importante
para ella? Yo me la pasé encerrado dos semanas en la habitación y ella… ella…
no lo sé.
Estoy algo confundido.
Luke trató de levantarme el ánimo y sacarme una
sonrisa. No lo logró.
Lauren intentó lo mismo, después de pedirme disculpa
por el beso que me robó aquel día. Tampoco lo logró.
Melisa, al darse cuenta de mi estado, también hizo el
intento. Falló.
Y ahora me siento como un viejo amargado, a pesar que
cuento con casi 18 años.
Estoy tumbado en la cama, mi cara hundida en la
almohada. Es sábado y no hay poder humano que me haga levantar de esta cómoda
cama. O capaz de hacerme reír, porque justo ahora mi corazón sufre.
-Oye, estúpido – esa es la voz de Mike, justo la
última persona que necesito. Ruedo lo ojos.
-Déjame morir en paz – musité.
Soltó una sonrisa sarcástica. Genial, ahora se burla
de mi dolor.
-No lo haré porque tú y yo jugaremos – sonrió, o eso
creo, no lo estoy viendo. Mi cara sigue hundida en la almohada – no me ignores,
apestoso.
Esa es nueva, me refiero al apelativo, nunca me había
llamado de esa manera, lo que hizo que me sentara lentamente.
-¿Te gustó? – Rodé los ojos – Mientras estuve en mi
castigo…
Comenzó hablar sobre el castigo que se ganó por no
haber ido a clases con los calcetines correctos. Se molestó, pero no refutó el
castigo impuesto.
Mike es… ¿Cómo decirlo? Ni siquiera encuentro la
palabra exacta, es tan contradictorio todo él. Un día puede ser la persona más
adorable que hay en el planeta y al segundo la más detestable. Se emociona con
gatitos y se enfurece si alguien más me llama idiota. En verdad no lo entiendo.
Tal vez por ese motivo lo encuentro tan atrayente.
No me gustan los chicos, pero si algún día pasara eso,
supongo que entre todos los chicos elegiría a Mike, sin duda.
-Espera, ¿Qué has dicho?
-Que durante mi castigo, he hecho una lista de lindos
apelativos con los cual nombrarte – me muestra una hoja arrugada de papel –
¿quieres oírlos?
-No lo creo – fruncí el ceño.
-Vamos, será divertido – Mike parecía un niño pequeño,
se dejó caer en su cama – Te puedo dejar, incluso, hacer tus propias
aportaciones.
Solté una carcajada. Una genuina. Solo a Mike se le
ocurriría soberana estupidez. ¿En serio cree que yo mismo me buscaré apodos
ridículos con los cuál él podría nombrarme?
-Asno – alzaba y bajaba ambas cejas de manera rítmica.
Y pues sí, cinco minutos después me vi envuelto en su
estúpido juego, la verdad es que estaba resultando bastante divertido.
-No puedes llamarme Asno, no es tan difícil agregar la
H y la T en medio y poner al final la N – rebatí.
-No cooperas demasiado – musitó, lamiendo una paleta
de caramelo sabor limón, o eso creo, porque es de color verde.
-Qué tal este… Asno, eres anormal – me lanzó una mirada que no supe interpretar.
-Una vez me llamaste así, cuando perdí la apuesta y me
vi obligado a disfrazarme de Hipopótamo – gruñí.
-Sí, te veías tan… anormal
–sonrió. Rodé los ojos - ¿No te gusta?
Me encogí de hombros.
-Y este… maldito
retrasado – alcé una ceja.
-Te recuerdo que saqué una A en algebra.
-Y es por eso que eres un maldito fenómeno – solté una carcajada.
-Eso no tiene sentido – dije entre risas.
-Tienes razón, zopenco
– yo reía cada vez más y él hacia anotaciones en la hoja arrugada.
-Eres muy ingenioso, ¿sabes? – dejé salir, secándome
las lágrimas producidas por las risas.
-Lo sé, deberían darme un premio noble, por ser el chico de los mil apodos.
-Eso tiene mucho menos sentido y es premio nobel – le lancé la almohada.
-Oye, tiraste mi paleta, tarado – se quejó, levantando el caramelo del piso.
Y sin darme cuenta, ya casi anochecía. Habíamos estado
todo el día ingeniando de mil maneras cómo llamarme. Fue el sábado más bizarro
de la historia. Tal vez es una exageración, pero la verdad es que… me gustó.
Además, Mike logró en menos de cinco minutos lo que
los demás no pudieron lograr en dos semanas, hacerme reír.
Él siempre lograba un efecto en mí que me asustaba,
porque jamás llegué a cuestionarme esa parte de mí.
Tengo que dejar de fingir demencia y hacer frente a
las cosas. Michael me atrae. Tanto física como emocionalmente. Y eso me asusta.
Nunca antes había sentido esto, al menos no con un chico. Y tal vez, eso es lo
que me preocupa. ¿Acaso soy gay?, ¿bisexual?, ¿anormal?
Esto es espeluznante. Estoy confundido.
Mucho.
-Esta es mi frase favorita.
-Dímela – ordené.
Se acercó a mí.
Se sentó a mi lado.
Me miró fijamente.
-Te odio, idiota.
Me lazó una mirada extraña.
Me sonrió diferente.
Y yo… sentí que me faltaba la respiración.
Esa frase, a pesar de ser algo negativo. No lo sentí
así.
Le sonreí, mirándolo a los ojos.
Seguramente mis hoyuelos remarcándose en mis mejillas.
-Lo sé – musité.
Estoy seguro que el día que me deje de llamar de esas
mil maneras, sabré que algo anda mal.
Y me dolerá.
Justo como ahora lo hace mi corazón.
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