Idiota
Capítulo
21. Lluvia de estrellas.
[Michael]
-¡Me duelen mis pies! – Gruñó por tercera vez el
fenómeno.
Al lugar que lo llevo es una sorpresa. Más o menos.
Hoy hay una lluvia de estrellas, que según esto, ocurre cada cien años. Y lo
estoy llevando a un lugar en donde podremos apreciar la mejor vista de este
evento.
Llevamos caminando alrededor de veinte minutos. Ya
casi anochece. Sería más sencillo ir en autobús, pero, ¿Por qué perderse la
experiencia de caminar y sobre todo la compañía del fenómeno?
-¿Sabes? Aún estoy convaleciente, hace menos de tres
días que me atropellaron, sino morí ahí, aquí lo haré y… ¡Oye…! ¡Bájame! - ¿ya
he dicho que su risa es la mejor melodía para mis oídos?
Pues lo es.
Él ríe mientras yo lo llevo en mis hombros, como un
costal de papas.
-Mike, me estas llevando a través de un bosque macabro
– suelta entre risas - ¿No me vas a aventar con los osos para ser su comida,
verdad?
-¿Qué culpa tienen los pobres osos?
-¡Oye…! – me da una palmada en mis… ¡Oye…!
-Tranquilo, descerebrado…
que ese trasero, aunque es tuyo, aún no lo puedes palmear…
¿Qué demonios he dicho? Puedo sentir al fenómeno
tensarse. Creo que debo de cuidar más mis palabras. Aún no hemos llegado a ese
nivel de intimidad… ni siquiera he llegado a primera base como… ¡agh! – emh…
-¿Mike?
-¿Sí?
-No sabes cómo llevar a la gente, ya me está doliendo
la panza, tus hombros están duros – suelto una carcajada. El fenómeno sí que
sabe cómo romper la tensión.
[…]
-¿Aún falta mucho?
-No, ya casi.
Y no es para que se queje, es decir, aún lo sigo
cargando, esta vez sobre mi espalda.
-¿A dónde vamos? ¿Acaso a la casa de caperucita roja?
-A un lugar mucho mejor.
Y después de diez minutos de caminata salimos del
espeso bosque hasta llegar a una cabaña.
-Aquí es – le digo, bajándolo de mi espalda.
-Sí es la casa de caperucita – suelta entre risas,
ruedo los ojos.
-Es mucho mejor, no hay lobos – le sonrío de lado –
además, no nos quedaremos aquí, sino allá – señalo hacia un muelle que está a
lo lejos, no tan lejos, lo juro.
-¡Hay una playa! – Grita – Pudimos haber llegado en
autobús, ¿Por qué hemos caminado tanto? Mike, definitivamente tienes una extraña
manera de cómo llegar a un lugar. Primero me haces saltar la reja para entrar a
Disneylandia y ahora atravesar medio
bosque – niega con la cabeza, bajo la mirada - ¿Sabes? Me gusta lo diferente –
alzo la mirada y él está sonriendo - ¿Qué tienes planeado, Mike?
Le sonrío, lo tomo de la mano y lo dirijo hacia el
muelle.
[…]
Nos encontramos sentados en la orilla del muelle,
frente a nosotros está el mar demasiado tranquilo. En el cielo oscuro solo está
la media luna y la estrella del norte brilla con gran intensidad.
-Cada cien años sucede un evento único – comienzo a
explicarle – cientos de estrellas recorren el cielo oscuro por más de diez
minutos.
-Una lluvia de estrellas.
-Así es.
-Eso es mágico. Cuando cae la primera estrella puedes
pedir un deseo.
-También cuando cae la última – lo miro directamente a
los ojos.
Algunas personas comienzan a llegar a la playa para
presenciar el evento pero ninguna se acerca al muelle, pareciera como si al
fenómeno y a mí nos estuviera protegiendo un campo magnético.
El fenómeno siente mi mirada y me mira. Paso mi mano
sobre la venda que cubre su herida de la frente.
-No te sientas culpable, Mike – suelta.
-No puedo evitarlo, hasta te escribí una carta
mientras dormías en esa habitación del hospital.
Saque una hoja de papel, de hecho no es cualquier
hoja. Mientras veía al fenómeno inconsciente sobre esa cama las palabras
simplemente surgieron, tuve que improvisar. Había una lapicera sobre la mesa de
al lado y comencé a escribir justo detrás de donde había anotado el código-súper-secreto,
que ya no era tan secreto.
Le extendí la hoja.
-¿Podrías leerla? – su mirada hazel se conectó con la
mía. Asentí.
-Solo si me prometes no huir después.
-No lo haré, Mike – prometió al instante.
Me siento nervioso, prácticamente desnudé mi alma en
esta carta y ahora el fenómeno lo sabrá.
-Ten en cuenta que… estaba muy preocupado por ti.
-De acuerdo.
-Y que… tal vez no sea la mejor carta de amor y…
-Mike… - el fenómeno pone una mano sobre mi hombro –
Si no quieres leerla, está bien.
-Sí quiero – musito. Carraspeo, mis manos tiemblan
ligeramente mientras sostengo la hoja.
Idiota.
De acuerdo, tal vez esta no es la mejor forma de comenzar una carta,
pero ¿sabes?, no tengo corrector y no hay manera de cómo corregirlo, así que
así lo dejaré.
Idiota, lo que hiciste por mi hace unas horas atrás fue lo más estúpido
y valiente que alguien hizo por mí. Cuando despiertes, porqué sé que lo harás,
lo primero que haré es hacerte prometer que no vuelvas arriesgar tu vida por mí.
Tú vida no vale menos que la mía.
Veo de reojo al fenómeno, muerde ligeramente su labio
inferior, seguramente recordando esa pequeña charla.
Una vez aclarado este punto, lo segundo es… pedirte una gigantesca
disculpa. Me comporté como un verdadero cobarde. Me aparté de ti, te hice sentir
culpable y sobre todo te lastimé y eso es lo último que quería hacer. Si
pudiera retroceder en el tiempo, cambiaría eso. Cuando te viera sostener la
hoja en donde está escrito mi código-súper-secreto no te gritaría, no me iría,
no te ignoraría. Lamentablemente no tengo una máquina del tiempo, sino una
lapicera y una hoja de papel.
El fenómeno suelta una sonrisa y no puedo evitar hacer
lo mismo.
Luces tan pálido, ahí acostado, parece que tienes frio pero no muestras
señal de eso. Solo deseo que despiertes y aunque suene egoísta, quisiera ser yo
lo primero que veas. Afuera esta el principito, ha venido a verte y me ha
dejado entrar primero, parecer ser un gran chico y pensar que tenía un concepto
diferente de él, aunque aun así no dejaré de llamarlo de esa manera.
Me desvié del tema.
El fenómeno frunce el ceño, no le tomo importancia,
continuo leyendo.
La forma en cómo te llamo es una manera infantil de esconder mis
sentimientos (algún día te contaré sobre cómo elegí esas palabras) y el que lo
descubrieras me aterró. No quiero ser ese perrito abandonado al que le dan
refugio por lastima.
Me gusta cada cosa de ti. Tus miles formas de reír. Tu mirada
multicolor, a veces verde a veces marrón a veces un poco de ambas. Tus preciosos
hoyuelos que se forman al hablar o al sonreír. Me agrada tu compañía. La forma
en cómo te preocupas por mí. El cómo te expusiste para salvar mi vida. La
manera en que tomas los apodos con los cuales te llamo. El que siempre estés a
mi lado. Tu cabello rizado me enloquece. Tu voz ronca al despertar en más de
una ocasión me provocó una erección. Tus ligeros ronquidos en las noches me
tranquilizan. Tus sonrisas son dulces melodías para mis oídos. Quisiera seguir
con la infinita lista de cosas que amo de ti, pero la hoja ya está llegando a
su fin, así que solo te diré una cosa más; Ashton, eres lo mejor que me ha
pasado en la vida.
A estas alturas, el fenómeno tiene las mejillas de
color carmesí y no es el único.
Lamento que tuvieras este accidente para poder decirte todo esto, para
revelarte lo que en verdad significas para mí. Lo que en verdad siento por ti.
Lo que quiero decirte es que… no solo me gustas, estoy enamorado de ti.
Mike.
Termino de leer. Soy incapaz de verlo a la cara.
Mientras muerdo mi labio inferior el corazón late rápidamente en mi pecho.
Tengo miedo de lo que me diga, de asustarlo… ¿y si él no me quiere como
realmente lo quiero yo? Es decir… yo… emh…
¡Por Green Day!
¡Esto es frustrante!
Giro mi rostro para verlo directamente. Él tiene un
gesto de total confusión. Y yo estoy a punto de enloquecer. Necesito saber qué
piensa sobre lo que le he confesado. He desnudado mi alma y él parecer estar aun
en shock.
-¿Mike…? – dice, al fin.
-¿Sí…? – para ser sincero, no estoy seguro de haberlo
dicho en voz alta.
Por favor, corazón. Calma, si sigues latiendo de esa
manera me dará un paro cardiaco.
-¿Quién es el principito?
No estoy seguro de comprender la pregunta.
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