sábado, 24 de septiembre de 2016

Capitulo Tres. Solo un día

Efímero




Capitulo III. “Solo un día”



No fui el único que cambió ese último año. Calum últimamente se desaparecía por las noches y se reunía mucho con Hemmings. No sé por qué pero algo me dice que mi amigo moreno está saliendo con el rubio. Abigail pareció encontrar una nueva obsesión – nunca me di cuenta cuándo dejó de acosarme como psicópata–.  Pero eso no importaba. Me daba igual que el profesor Vargas se haya jubilado, que haya un nuevo director, que haya alumnos nuevos. Nada importaba si él no regresaba. ¿Por qué no lo hizo?, ¿En dónde estaba ahora?, ¿Con quién? ¿Quién alimentaría a los patos?

Solo un día” – me decía, pedía – “Solo un día, vuelve a mí solo un día”. Necesitaba su presencia para sentirme vivo, quería envolverme en esos ojos hazel para sentirme humano, extrañaba su mirada multicolor. Lo extrañaba a él. Lo quería a él.

Pasaron días, semanas, meses. Sentí pánico. Miedo de no volver a verlo jamás, de no escuchar su voz, de no sentir su suave e instantáneo apretón, de no oler su aroma a lavanda con menta, de empaparme en su mirada. Pánico de que algo malo le hubiera ocurrido.

Las noches fueron demasiado silenciosas, me quedaba despierto hasta altas horas de la madrugada solo pensando en él. Soñando en su mirar.

Solo un día” – volví a pedir esa noche – “Vuelve a mí solo un día”.

Mis ruegos fueron escuchados. No fue el encuentro que esperaba ni el que imaginé noche tras noche. Pero sucedió y cuando no lo esperaba.

Una bomba estalló cerca de los dormitorios.  Estábamos siendo evacuados, estúpidamente me quedé porque en un segundo de indecisión fui arrastrado por Calum al lado contrario de la evacuación con la excusa que tenía que buscar a Hemmings. No tenía la intención de ir por el rubio, probablemente él fuera el responsable de la bomba. En fin, sino fuera por eso, no lo hubiera visto.

Calum y yo nos separamos a causa de un grupito de alumnos de grados inferiores en su desesperación de evacuar cuanto antes el instituto. Al no ubicar a Calum fui en su búsqueda, con suerte él habría llegado a los pasillos siguientes. En cuanto di la vuelta me di de lleno con alguien… caí.

-¡Michael!

Esa voz…

Fue como volver al principio, retroceder a ese tiempo en dónde él me miró por primera vez. Me ayudó a levantarme, sin despegar su mirada multicolor de la mía.

Mis reacciones se multiplicaron al cien. Con el solo contacto de él sentí desfallecerme, con su mirada sentí que caminaba entre las nubes.

-Estas a salvo – murmuré, aliviado, sin soltarle la mano. Él me sonrió acompañado de sus hoyuelos. La sonrisa más hermosa que vi jamás.

-¡Vamos, Ashton! – Hemmings, el idiota de Hemmings se lo llevó y yo me quedé ahí con la mano estirada siendo testigo cómo me arrebataban a mi razón de existir.

Tal vez me desconecté un segundo porque después de que él desapareciera de mi campo visual algo dio contra mí – algún policía golpeándome con su macana – y caí inconsciente. Cuando desperté, el correccional de menores me daba la bienvenida, nuevamente.

Un año estuve encerrado en la correccional.  Tiempo que me vi envuelto en interrogatorios, juicios, despedidas y bienvenidas a mis compañeros de celda, sin él. Y todo porque ya tenía antecedentes con “fuegos pirotécnicos” y porque me encontraron en el punto donde todo se inició. 

Cuando al fin se comprobó mi inocencia, estuve libre. Me mantuve en un perfil bajo y me dedique a olvidarlo. Él nunca sería mío. Jamás estaría a mi lado. Él pertenecería a alguien más. Se merecía a alguien mejor. Y, tal vez, ni siquiera le gustaran los chicos.

Volví a soñar con esos ojos multicolor muchas veces. En momentos añoré su presencia, llegué a sentirme melancólico cada vez que veía algún pato. Era increíble lo que él pudo lograr en mí con solo mirarme un par de veces. Me llegué a sentir como un verdadero estúpido por mi comportamiento tan infantil a mis diecinueve años. ¿Cómo era posible que lo extrañara?

“¿Cómo se cura el extrañar a alguien?”

Viendo a la persona” – la voz de él llegó hasta a mi mente, recordándome ese momento intimo que compartimos  cuando se cumplía el 12° aniversario de la muerte de mi madre.

“¿Y si uno nunca lo vuelve a ver?” interrogué, viendo fijamente hacia el frente.

“El sentimiento se convierte en recuerdo” afirmó.

Ashton lo sabía porque pasó por algo similar, salvo que su padre no murió. Lo abandonó cuando él era muy pequeño.

Esa era mi respuesta. A Ashton lo recordaría para siempre.

Un mes ha transcurrido desde mi salida del correccional de menores. Un mes. Tengo la sensación de que algo va a suceder. Sacudo la cabeza para olvidarme de ese pensamiento. Hoy estoy más nervioso que nunca, incluso tuve la extraña sensación que alguien me estaba siguiendo. Y segundos atrás me pareció verlo en una esquina y eso me alteró en demasía, tal vez por eso comencé a recordarlo y narrar mi patética vida de los últimos dos años. Lo extraordinario – o lo más sorprendente de todo – es que al parecer “verlo” en esa esquina es como si volviera nuevamente a ese momento en que me miró fijamente por primera vez.

-Estoy enloqueciendo – murmuro. Giro a la izquierda y me detengo en seco, petrificado.

Debo de estar más al pendiente cada vez que doy vuelta en una esquina. ¡¿Qué demonios estoy pensando?!

¡Aquí frente a mi está él!

-Ashton…

Y él me mira directamente con esos hermosos ojos hazel.




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