Capitulo III. “Solo un día”
No
fui el único que cambió ese último año. Calum últimamente se desaparecía por
las noches y se reunía mucho con Hemmings. No sé por qué pero algo me dice que
mi amigo moreno está saliendo con el rubio. Abigail pareció encontrar una nueva
obsesión – nunca me di cuenta cuándo dejó de acosarme como psicópata–. Pero eso no importaba. Me daba igual que el
profesor Vargas se haya jubilado, que haya un nuevo director, que haya alumnos
nuevos. Nada importaba si él no regresaba. ¿Por qué no lo hizo?, ¿En dónde
estaba ahora?, ¿Con quién? ¿Quién alimentaría a los patos?
“Solo un día” – me decía, pedía – “Solo un día, vuelve a mí solo un día”. Necesitaba su presencia para
sentirme vivo, quería envolverme en esos ojos hazel para sentirme humano,
extrañaba su mirada multicolor. Lo extrañaba a él. Lo quería a él.
Pasaron
días, semanas, meses. Sentí pánico. Miedo de no volver a verlo jamás, de no
escuchar su voz, de no sentir su suave e instantáneo apretón, de no oler su
aroma a lavanda con menta, de empaparme en su mirada. Pánico de que algo malo
le hubiera ocurrido.
Las
noches fueron demasiado silenciosas, me quedaba despierto hasta altas horas de
la madrugada solo pensando en él. Soñando en su mirar.
“Solo un día” – volví a pedir esa noche –
“Vuelve a mí solo un día”.
Mis
ruegos fueron escuchados. No fue el encuentro que esperaba ni el que imaginé
noche tras noche. Pero sucedió y cuando no lo esperaba.
Una
bomba estalló cerca de los dormitorios.
Estábamos siendo evacuados, estúpidamente me quedé porque en un segundo
de indecisión fui arrastrado por Calum al lado contrario de la evacuación con
la excusa que tenía que buscar a Hemmings. No tenía la intención de ir por el
rubio, probablemente él fuera el responsable de la bomba. En fin, sino fuera
por eso, no lo hubiera visto.
Calum
y yo nos separamos a causa de un grupito de alumnos de grados inferiores en su
desesperación de evacuar cuanto antes el instituto. Al no ubicar a Calum fui en
su búsqueda, con suerte él habría llegado a los pasillos siguientes. En cuanto
di la vuelta me di de lleno con alguien… caí.
-¡Michael!
Esa
voz…
Fue
como volver al principio, retroceder a ese tiempo en dónde él me miró por
primera vez. Me ayudó a levantarme, sin despegar su mirada multicolor de la mía.
Mis
reacciones se multiplicaron al cien. Con el solo contacto de él sentí
desfallecerme, con su mirada sentí que caminaba entre las nubes.
-Estas
a salvo – murmuré, aliviado, sin soltarle la mano. Él me sonrió acompañado de
sus hoyuelos. La sonrisa más hermosa que vi jamás.
-¡Vamos,
Ashton! – Hemmings, el idiota de Hemmings se lo llevó y yo me quedé ahí con la
mano estirada siendo testigo cómo me arrebataban a mi razón de existir.
Tal
vez me desconecté un segundo porque después de que él desapareciera de mi campo
visual algo dio contra mí – algún policía golpeándome con su macana – y caí
inconsciente. Cuando desperté, el correccional de menores me daba la
bienvenida, nuevamente.
Un
año estuve encerrado en la correccional.
Tiempo que me vi envuelto en interrogatorios, juicios, despedidas y
bienvenidas a mis compañeros de celda, sin él. Y todo porque ya tenía
antecedentes con “fuegos pirotécnicos” y porque me encontraron en el punto
donde todo se inició.
Cuando
al fin se comprobó mi inocencia, estuve libre. Me mantuve en un perfil bajo y
me dedique a olvidarlo. Él nunca sería mío. Jamás estaría a mi lado. Él
pertenecería a alguien más. Se merecía
a alguien mejor. Y, tal vez, ni siquiera le gustaran los chicos.
Volví
a soñar con esos ojos multicolor muchas veces. En momentos añoré su presencia,
llegué a sentirme melancólico cada vez que veía algún pato. Era increíble lo
que él pudo lograr en mí con solo mirarme un par de veces. Me llegué a sentir
como un verdadero estúpido por mi comportamiento tan infantil a mis diecinueve
años. ¿Cómo era posible que lo extrañara?
“¿Cómo se cura el
extrañar a alguien?”
“Viendo a la persona” – la voz de él llegó
hasta a mi mente, recordándome ese momento intimo que compartimos cuando se cumplía el 12° aniversario de la
muerte de mi madre.
“¿Y si uno
nunca lo vuelve a ver?”
interrogué, viendo fijamente hacia el frente.
“El sentimiento
se convierte en recuerdo”
afirmó.
Ashton
lo sabía porque pasó por algo similar, salvo que su padre no murió. Lo abandonó
cuando él era muy pequeño.
Esa
era mi respuesta. A Ashton lo recordaría para siempre.
Un
mes ha transcurrido desde mi salida del correccional de menores. Un mes. Tengo la
sensación de que algo va a suceder. Sacudo la cabeza para olvidarme de ese
pensamiento. Hoy estoy más nervioso que nunca, incluso tuve la extraña
sensación que alguien me estaba siguiendo. Y segundos atrás me pareció verlo en
una esquina y eso me alteró en demasía, tal vez por eso comencé a recordarlo y
narrar mi patética vida de los últimos dos años. Lo extraordinario – o lo más sorprendente
de todo – es que al parecer “verlo”
en esa esquina es como si volviera nuevamente a ese momento en que me miró
fijamente por primera vez.
-Estoy
enloqueciendo – murmuro. Giro a la izquierda y me detengo en seco, petrificado.
Debo
de estar más al pendiente cada vez que doy vuelta en una esquina. ¡¿Qué
demonios estoy pensando?!
¡Aquí
frente a mi está él!
-Ashton…
Y
él me mira directamente con esos hermosos ojos hazel.
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